Anuncio

Los choques con los barcos de carga ponen en peligro a las ballenas en California y en todo el mundo

Scientists study a deceased fin whale on a beach
Científicos del Centro de Mamíferos Marinos del Pacífico estudian los restos de una ballena que apareció en la playa estatal de Bolsa Chica el 20 de mayo de 2021. Se cree que el mamífero es la madre de una pareja formada por ella y su cría que murió frente a la costa de San Diego por el impacto de un barco.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)

La ballena de 100 pies de largo se sumergió, dio vueltas en las turbias y oscuras aguas del Canal de Santa Bárbara, buscando atrapar una nube de peces pequeños dentro de sus mandíbulas de 20 pies de largo.

Cuando la ballena azul empezó a salir a la superficie, el científico de ballenas Brandon Southall estaba en un barco cercano, y pudo sentir cómo se le secaba la garganta. El mamífero subía justo por debajo de un carguero transoceánico de 200.000 toneladas, llamado Maladarko, que se dirigía al puerto de Long Beach desde Hong Kong.

“Estábamos trazando las dos trayectorias”, dijo Southall, investigador de la UC Santa Cruz y presidente de una empresa de investigación de biología marina con sede en Aptos. “Era un desplazamiento de colisión directa”.

Anuncio

Con el aumento del tráfico de cargueros y cruceros en las últimas décadas, los barcos se han convertido en una de las amenazas más letales a las que se enfrentan las ballenas en los océanos abiertos y las aguas costeras. No se cree que las colisiones con buques sean una causa predominante de la mortandad de ballenas grises en la Costa Oeste desde 2019, pero son un factor, y una preocupación creciente.

Entre 2016 y 2020, al menos 1.001 ballenas varadas o muertas fueron identificadas por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica con “lesiones consistentes por choques con barcos”, dijo Michael Milstein, un portavoz de la NOAA, describiendo una base de datos informal de decesos por buque que la agencia mantiene.

A principios de este año, las horribles fotos de dos rorcuales comunes clavadas en el casco de un buque de la marina australiana acapararon la atención mundial. La nave había estado realizando ejercicios en las aguas cercanas a San Diego. Los dos cuerpos -uno de 65 pies de largo y el otro de solo 25 pies- estaban cubiertos por el armazón.

“En cualquier lugar en el que haya grandes rutas marítimas y ballenas en el mismo sitio, se van a producir colisiones”, dijo Russell Leaper, experto de la Comisión Ballenera Internacional. “Por desgracia, esa es la situación en muchas partes”.

Scientists study a deceased fin whale on a beach
Esta ballena de aleta muerta, que fue arrastrada a la playa estatal de Bolsa Chica el 20 de mayo de 2021, se cree que fue golpeada por un buque de guerra australiano.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)

Mientras que las ballenas grises y las jorobadas representan el 70% de las colisiones reportadas en la base de datos del gobierno, son las poblaciones en peligro y amenazadas - como las ballenas francas del Atlántico Norte y las gigantescas azules del Pacífico - las que más preocupan a los científicos. Para esos cetáceos, cada muerte conlleva un riesgo de extinción de la especie.

Southall y sus colegas, entre ellos John Calambokidis, del Cascadia Research Collective, examinaron las diferencias de comportamiento de las ballenas durante el día y la noche.

Descubrieron que estos animales tienden a permanecer más cerca de la superficie por la noche y durante más tiempo. Esto es especialmente cierto en el caso de las ballenas azules, lo que las hace especialmente vulnerables.

Los científicos no están seguros de si las ballenas descansan por la noche o si comen de fuentes de alimento que se acercan a la superficie durante las horas nocturnas, cuando las aves marinas que se alimentan de krill (peces pequeños) y otros animales marinos quedan al margen. Pero estos comportamientos se suman a la complejidad de evitar las colisiones mediante medidas de mitigación, como estar atento a estos cetáceos mientras se está en un barco en movimiento.

“Tener un vigía no va a servir de nada”, afirma Southall, presidente de Southall Environmental Associates.

Los expertos coinciden en que lo que puede marcar la diferencia es reducir la velocidad del tráfico de embarcaciones -lo que permite a las ballenas no solo huir, sino también aminorar las posibles lesiones- y la modificación de las rutas de navegación cuando hay presencia de estas.

A lo largo de la costa atlántica de Estados Unidos, las restricciones de marcha obligatorias durante ciertas temporadas han ayudado a reducir la mortalidad de las ballenas francas. Los grupos conservacionistas piden al gobierno que extienda la normativa a las embarcaciones de menos de 65 pies, así como que se amplíen las zonas y las épocas para estos límites de velocidad máxima.

Otros esperan que se creen protocolos y sistemas de comunicación que permitan a los capitanes de barco, marineros y capitanes de puerto reducir voluntariamente la velocidad y alterar las rutas donde hay ballenas, en tiempo real.

Elliott Hazen, investigador del Centro de Ciencias Pesqueras del Suroeste de la NOAA en Monterey, ha desarrollado una aplicación que funciona como Google Maps, salvo que, en lugar de guiar a los autos y a los conductores de Los Ángeles, ayuda a los barcos a evitar las concentraciones de ballenas.

Gracias a los datos recogidos por los satélites sobre la temperatura del océano, la distribución de los alimentos y las corrientes, WhaleWatch puede predecir las concentraciones de ballenas y advertir a las embarcaciones que se acercan a esas zonas críticas, lo que proporciona a los capitanes de los barcos una herramienta, así como un incentivo adicional para reducir la velocidad y, posiblemente, modificar su ruta.

Los límites voluntarios solo pueden llegar hasta cierto punto. Todos los investigadores entrevistados para este reportaje afirmaron que las restricciones de velocidad obligatorias y la modificación de las rutas son la mejor manera de reducir la mortalidad de las ballenas.

“Una de las dificultades es que estos buques de carga tienen un pequeño lapso de tiempo para llegar a puerto y descargar”, añadió Hazen. “Si las velocidades lentas no son obligatorias, puede haber poco incentivo para que las reduzcan”.

Los desplazamientos más lentos también disminuyen la cantidad de combustible necesario -haciendo que un viaje sea más barato- y mitigan la cantidad de dióxido de carbono que se emite a la atmósfera. “Reducir la velocidad es una ganancia para todos”, dijo Leaper.

En el caso del leviatán observado en el Canal de Santa Bárbara, Southall y sus colegas habían colocado previamente rastreadores temporales, mediante ventosas, a la ballena azul hembra. Los monitores formaban parte de un estudio que estaban realizando desde 2014 sobre las respuestas conductuales de las ballenas al sónar militar.

Una vez terminado su experimento, esperaron a que los rastreadores se cayeran.

“Son dispositivos caros”, dijo Southall, señalando su precio en 20.000 dólares.

Se mantuvieron a una distancia segura de esta ballena, a la que conocían desde 1987. Había participado en el vuelco de una embarcación privada de 23 pies frente a la costa de Shelter Island, cerca de San Diego, en 2014.

De repente, mientras esperaban, la vieron salir disparada desde las profundidades directamente hacia la trayectoria del carguero.

“Observamos, con la boca abierta, pensando: ‘Dios mío, ¿vamos a ver un golpe? O un charco de sangre’”, dijo Southall.

Pero entonces se detuvo, a medio nadar, y rodó hacia un lado, a pocos metros por debajo del casco, presumiblemente para observar al gigante que pasaba por encima de ella.

Durante los tres minutos siguientes, permaneció suspendida en el fondo, y solo salió a la superficie cuando pasó el carguero.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

Anuncio