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Columna De adictos y adicciones: La historia de Aníbal

Kenneth Colato, de 51 años, conocido como Rabbit, es adicto tanto a la heroína
Kenneth Colato, de 51 años, conocido como Rabbit, es adicto tanto a la heroína como al cristal. Se introdujo en la heroína por primera vez en el centro de menores a los 17 años y desde entonces es adicto. Ha pasado casi la mitad de su vida en la cárcel o en prisión.
(Ivan Kashinsky/Ivan Kashinsky)

“Una malilla de heroína no se la deseo a nadie, le puedes preguntar a cualquier adicto y te dirá lo mismo”. Aníbal ha pasado por esto varias veces, en ocasiones por falta de dinero, otras porque el suministro está escaso y otras más por intentar dejarla.

“Los primeros días sientes que te mueres, te dan calambres y te duelen los huesos, en ciertos momentos vomitas y al mismo tiempo estas en el baño con una diarrea incontenible, eso sin contar el insomnio y los escalofríos. Y por si todo eso fuera poco, se desarrolla una necesidad compulsiva por una dosis más, en esos momentos no piensas ni en tu familia, ni en tu salud, solo quieres que termine ese dolor”.

Muchas veces le dijeron que se alejara de la heroína, pero Aníbal no escuchaba ni a su madre, ni a otros adictos.

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“Hace años, cuando recién empezaba, me lo dijeron por primera vez. En esa ocasión, yo esperaba a que llegara mi conecte con la carga, un viejo de cincuenta y tantos años, que en sus tiempos fue traficante y que gastó su vida en drogas. Mientras esperaba, salió el mayor de sus hijos y con tono despectivo me dijo: ‘Mira pendejo, vas a terminar como mi padre, que no sirve para nada, mejor busca ayuda porque te va a llevar la chingada’”.

Pero Aníbal, no estaba para discutir el tema, solo esperaba con ansias su cura; en aquellos tiempos ya estaba prendido, pero aún tenía la fantasía de que la podía dejar cuando él quisiera.

La primera vez que Aníbal se sintió perdido por falta de droga, fue el día que murió su conecte. “Llegué como todas las mañanas a tocar su ventana, a duras penas había conseguido 15 dólares, pero confiaba en mi buen crédito y dentro de mí pensaba: Primero me curo y luego voy y consigo más dinero, pero cuál no sería mi sorpresa, al llegar me encuentro con la noticia de que el Tony había muerto en la madrugada; en vez de compadecerme del difunto, me invadió el pánico tan solo de pensar: ¿dónde voy a conseguir más droga?”

A partir de aquel día Aníbal ha mantenido una lucha por ‘quebrar’ (dejar la droga) pero al parecer todo intento ha sido inútil.

“No es que no quiera, es que la malilla me vence”, dijo Aníbal, dando una profunda fumada a su cigarrillo, acto seguido se quedó como dormido con el cigarro colgado entre los labios y una mano suspendida en el aire, síntomas inequívocos de que andaba ‘bien curado’; después de unos segundos reaccionó y dijo: “La neta sí la quiero dejar, pero no puedo”.

Después de una breve pausa, se puso a describir uno a uno los tratamientos que él mismo se ha recetado, “He intentado de todo” concluyó, y con eso quería decir que su adicción no tenía remedio.

Aníbal dice haber intentado todo, sin embargo, lo único que no ha intentado es buscar ayuda profesional, la idea de internarse en un centro de rehabilitación le repugna, se ríe de aquellos que dicen haber encontrado la rehabilitación por la gracia de Dios. Tampoco ha intentado un tratamiento con metadona, pues según él, al final de cuentas es otra droga y no se siente igual.

Para rematar nuestra conversación y hacerme saber que es inútil tratar de convencerlo, se justifica diciendo: “Yo soy pobre, ¿de dónde voy a sacar para irme a un lugar de esos donde van los artistas?” En ese punto no sabía quién era más necio, si él o yo.

Para Aníbal, las puertas están cerradas, solo él tiene la llave, pero aún le falta arrastrarse más, sufrir más y, si tiene suerte, encontrar la determinación para buscar ayuda, de lo contrario, lo esperan la cárcel o la muerte.

Por último quiero mencionar, que en el caso de Aníbal, como en casi todos los casos, la falta de una vida espiritual impide que el adicto se recupere. Recuerde que no es necesario ir a una iglesia o practicar una religión, lo importante es establecer ese diálogo interno con Dios, para él no hay imposibles. Si usted está viviendo en adicción, trate de acercarse a Dios, no se arrepentirá.

Escríbame, recuerde que su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

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