‘Es un milagro’: el entrenador asistente de los Bucks, Vin Baker, era una estrella de la NBA de $100 millones antes de que la adicción destruyera su carrera. Cómo reclamó su vida.
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Vin Baker estaba sentado fuera de un lujoso resort de Phoenix bajo el sol de la mañana. El mercurio alcanzaba los tres dígitos antes de las 9 a.m. Su vaso de Coca-Cola Light no era lo único que sudaba.
Su equipo los Bucks de Milwaukee, acababa de perder el primer partido de las Finales de la NBA, y el fuego competitivo que ardía en su interior no le permitía olvidar la derrota. Pero es un nuevo día, una nueva mañana, una nueva oportunidad.
Habla del partido de la noche anterior, platica de su vida. Lleva una pulsera en su muñeca derecha que le recuerda que “no pasa nada por no estar bien”. Las Finales de la NBA son un buen momento para esas reflexiones.
A principios de semana, la estrella de los Suns, Devin Booker, dijo que, en los playoffs, cuando ganas, sientes que nunca más vas a perder. Y cuando pierdes, sientes que nunca volverás a ganar.
Por suerte para los Bucks, que un día después volverían a perder colocándose dos partidos abajo, las remontadas son la especialidad de Vin Baker.
“Hubo un punto en el que solo esperaba que el tren se estrellara”.
— VIN BAKER SOBRE SU ALCOHOLISMO Y DEPRESIÓN
Han pasado 10 años desde que Baker enfrentó el alcoholismo, una enfermedad que le costó una carrera en el All-Star de la NBA, puso una tensión inconmensurable en su familia y agotó más de $100 millones de dólares en salarios y dinero de patrocinios.
Agregó kilos a su cuerpo, antes esbelto, y lo despojó de su atletismo y fuerza. Alimentó su ansiedad. La reacción en cadena de eventos -las sesiones de hierba antes de los partidos, las adicciones a las pastillas, el Bacardi, el Hennessy y el Courvoisier- lo despojaron de todo, incluida su reputación.
Why is Devin Booker rooting against Devin Booker? Because he’s a huge fan of the Bucks’ star swingman. Make sense? Read on.
No quedaba nada que el alcohol pudiera reclamar. Excepto una cosa.
“Hubo un momento en el que estaba esperando que el tren se estrellara”, dijo Baker a The Times. “Ya sabes cómo es eso. La gente se mete en situaciones como la mía en las que pierde esto y aquello. La consecuencia natural de esto es: ‘Vin Baker, boom. Se fue’.
“Así es como debería haber sido”.
En cambio, volvió a trabajar.
Antes de perderlo casi todo, Vin Baker era considerado un emblema de todo lo que estaba bien en el baloncesto.
Baker es hijo de un predicador de un pequeño pueblo costero de Connecticut, que fue presentado formalmente al mundo del baloncesto en un perfil de Sports Illustrated de 1992 titulado “El secreto mejor guardado de América”. En la foto que acompaña al artículo, Baker luce una enorme sonrisa con su uniforme rojo de la Universidad de Hartford mientras sus compañeros le rodean.
Nunca había bebido antes de llegar a la universidad. Le aterrorizaban las drogas, especialmente la cocaína, debido a la muerte por sobredosis de Len Bias en 1986. Los Bucks eligieron a Baker en el octavo puesto del draft de 1993, y en su segundo año ya era un All-Star.
Baker medía casi 2 metros, pero estaba dotado de algo más que las habilidades de un hombre grande. Piense en Anthony Davis, que se lanza desde 6 metros en un extremo y bloquea un tiro en el aro.
Ese era Vin Baker.
Los SuperSonics de Seattle cambiaron a uno de sus íconos de la franquicia, Shawn Kemp, para conseguir a Baker, y en su primer año con su nuevo equipo, ganaron 61 partidos (solo Chicago y Utah ganaron más). Baker empezó a desprenderse de la etiqueta de “un buen jugador en un mal equipo” que adquirió en Milwaukee.
“Nunca en mi vida me había sentido tan importante e invencible en el deporte del baloncesto. Así que, junto con eso, mi primer pensamiento fue, supongo, puedo salir de fiesta y hacer lo que quiera”, relató. “Ahora soy un All-Star en otra conferencia en el mejor equipo del baloncesto. Y esto es durante la era Jordan”.
“Fue como, lo logré. Junto con eso vino la celebración. Y celebré, celebré, celebré casi todos los días”.
La creciente presión que acompañó al éxito hizo que Baker fuera muy sensible a las críticas. Mantener el ritmo de jugadores como Michael Jordan, que eligió a Baker para ser uno de los primeros patrocinadores de su marca de tenis, ya era bastante difícil. Hacerlo mientras entraba lentamente en un ciclo de alcoholismo era imposible.
“El secreto mejor guardado de Estados Unidos” pronto se agotaría de intentar mantenerlo fuera del escrutinio público.
Una aparición en los playoffs en su primer año en Seattle terminó con una derrota en segunda ronda ante los Lakers, una decepción después de una temporada tan prometedora.
“Sé que todos los ojos estaban puestos en mí”, dijo Baker. “Y no bromeo, eso me aterrorizó”.
Su eficacia y fortaleza empezó a debilitarse, y, aun así, fue miembro del Team USA en el 2000.
Pero a medida que su juego comenzó a resentirse, las señales de un problema grave se hicieron más fáciles de detectar. Los compañeros de equipo podían oler el alcohol que salía de sus poros en los entrenamientos. Durante los partidos, bebía Bacardi de una botella de agua en el vestuario.
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Un traspaso a los Celtics de Boston y el regreso cerca de la casa de su infancia no sirvió para solucionar los problemas de Baker. Pronto, se refirió públicamente a sus problemas.
“Soy un alcohólico”, dijo antes de la temporada 2003.
En seis meses, Baker había pasado a beber Listerine -que tiene 54 grados de alcohol, más que la mayoría de la cerveza y el vino- para satisfacer su adicción. Perdió casi un millón de dólares en una noche en Las Vegas. Después de que los Celtics le dejaran marchar, tuvo otras oportunidades: una temporada en Nueva York, otra en Houston y un breve paso por los Clippers. Solo anotó 863 puntos tras dejar Seattle, cientos menos que en su temporada de novato.
Pronto estuvo fuera de la NBA, y las malas inversiones vaciaron aún más su cuenta bancaria. Fue detenido por conducir bajo los efectos del alcohol. Perdió casas, dejó de fumar hierba y abandonó las pastillas, pero pronto volvió a beber Bacardi 151.
“El punto más bajo para mí no fue necesariamente saber y comprender que no podía volver a la liga. Fue más que eso”, expresó Baker. “Y lo digo de todo corazón. Sabía que me sentía abandonado por Dios”.
Su dinero y su trabajo habían desaparecido. Su fama fue sustituida por la vergüenza. Su familia estaba frustrada. Se sentía como si estuviera frente a un puente roto.
Y Baker se vio reducido a vivir en la casa de su infancia, mirando en el espejo los despojos del que había sido uno de los mejores jugadores de baloncesto del mundo.
Rezó pidiendo ayuda. Llamó a su padre, el predicador, y le dijo que necesitaba ayuda. Y, esta vez, su quinto viaje a rehabilitación, funcionó.
“Estaba tan dispuesto a cambiar, ya no tenía nada”, dijo Baker. “Irónicamente, cuando me quitaron todo: contrato, carrera, dinero... no tenía nada que salvar más que mi vida”.
Los Bucks están en las Finales de la NBA, tratando de encontrar su equilibrio en su primer viaje al mayor escenario del baloncesto desde los días de Lew Alcindor y Oscar Robertson. Entre las preguntas sobre su rodilla lesionada y su rutina de tiros libres, Giannis Antetokounmpo llama a Baker un “gran amigo”.
“Es simplemente un gran ser humano”, dijo el dos veces jugador más valioso.
Todo el mundo alrededor de los Bucks tiene una historia que contar de Vin Baker, algún momento en el que hizo algo o dijo algo para hacer sentir bien a otra persona. Las conversaciones con él no terminan en apretones de manos; terminan en abrazos.
Durante el desayuno en Phoenix, a la mañana siguiente de la derrota en el primer partido, el copropietario de los Bucks, Marc Lasry, se reunió con Baker durante unos minutos para hablar de lo ocurrido la noche anterior. Más tarde, diría que Baker tiene un “corazón de oro”.
“Cada vez que estoy cerca de Vin Baker, quiero más”, expresó el entrenador de los Bucks, Mike Budenholzer, acerca de su perspectiva de la vida. “Él es bueno para mí y para nuestros jugadores. Sí, es difícil de describir a menos que tengas la experiencia de Vin en el día a día, pero es muy especial, muy afable. Su perspectiva - las palabras, el pensamiento detrás de él - sí, él es realmente bueno para los jugadores y para todos nosotros”.
El camino hacia la sobriedad para el ex All-Star comenzó con la reconexión con su fe. Además de trabajar con Alcohólicos Anónimos, Baker asistía a los servicios al menos cuatro veces por semana. Le dijo a su padre que quería compartir una historia.
Aunque su alma empezó a sanar, seguía sin recursos. Llamó a uno de los propietarios para los que solía jugar: Howard Schultz de los SuperSonics. Schultz le ofreció a Baker la oportunidad de trabajar en la Iglesia Bautista Abisinia de Harlem. Ganó dinero en algunos viajes al extranjero jugando en partidos de exhibición. Fue a Corea del Norte con Dennis Rodman.
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Pero la salvación llegó en un lugar aún más extraño: dentro de un Starbucks de Connecticut como uno de los baristas más altos de la cadena.
Baker se convirtió en un aprendiz de administración y finalmente tuvo su propia tienda; se levantaba para abrir el local casi a la misma hora en que solía llegar a su casa tambaleándose.
“Es un milagro cómo le he dado vuelta a la historia”, dijo Baker.
Tuvo la oportunidad de trabajar para los Bucks a las órdenes del exentrenador Jason Kidd, pero la falta de un contrato garantizado puso en pausa su regreso a la NBA. Comenzó a laborar en las transmisiones televisivas de los Bucks en 2016. Trabajó con hombres grandes alrededor de la liga antes de obtener un puesto de entrenador a tiempo completo con los Bucks en 2018. Se quedó en la organización cuando Budenholzer se hizo cargo antes de la temporada 2018-19.
Su vínculo con los miembros de la organización es innegable. Pasó dos meses de la última temporada baja trabajando con Antetokounmpo en su país natal, Grecia, y su relación se profundizó.
“Una noche estábamos hablando y nunca habíamos tenido ese tipo de conversación. Nos encontrábamos cenando y Giannis me dijo: ‘Entrenador tu historia es increíble. No puedo creerlo... es difícil para mí entender por lo que has pasado’”.
“Estaba asombrado de que me hubiera recuperado de lo que había pasado”.
Pero Baker está decidido a que la gente sepa por lo que ha pasado, lo que ha experimentado, porque puede proporcionar una nueva perspectiva. Puede dar consuelo y esperanza.
“Esta fue una oportunidad que se me brindó para no meter la pata”, dijo Baker. “No se trata de mí. No se trata de ‘lo he conseguido, soy entrenador de los Bucks’. Se trata de que hay alguien mirando. Y recibo muchas llamadas a mi fundación diciendo: ‘Te hemos visto. ¿Puedes llamarnos? ¿Puedes llamar a mi amigo? ¿Puedes llamar a mi primo? ¿Puedes llamar a este negocio?’ Recibo una gran cantidad de llamadas por el estilo. Y esas son para mí las llamadas más importantes que puedo hacer”.
“Entiendo la adicción desde todos los niveles. No he olvidado todas las cosas malas que pasaron. Tampoco he olvidado lo de hace cuatro años, cuando me ponía un delantal verde en Starbucks. Tengo la absoluta responsabilidad de dar esperanza a la gente que no está en situaciones saludables en lo que respecta a la adicción”.
“Eso es lo más importante en mi vida”.
El verano pasado, fue una presencia fundamental en las convocatorias de los Bucks en favor de la justicia social que paralizaron la postemporada de la NBA, lo que puso de relieve las cuestiones relacionadas con la raza y la policía. Y este año formó “Vin Baker Recovery” para abrir centros de tratamiento en Milwaukee.
“Lo llamo mi hermano mayor”, dijo el delantero de los Bucks, Brook López. “Ha sido un vínculo especial el que hemos creado. Y también es una gran mente del baloncesto. Al haber jugado en una cancha de la NBA, ve cosas que a veces los entrenadores no ven. Sabe cómo es todo esto, y por eso es muy especial tenerlo con nosotros”.
El pasado de Baker no ha desaparecido. Su lucha continúa. Y los recuerdos están por todas partes.
Pero hay paz al saber que vive por obra de un milagro. Por saber que el tren nunca se estrelló.
Antes del primer partido de las Finales, Baker estaba sentado junto a la cancha cuando vio a Jeff Van Gundy, que entrenó brevemente a Baker en Houston durante los oscuros años finales de su carrera. La semana pasada Baker se acercó a Van Gundy para darle un abrazo, agradeciéndole de nuevo su apoyo mientras rehacía su vida.
Años antes, cuando Baker reapareció en la NBA, había visto a Van Gundy en un partido y le envió una nota escrita a mano, agradeciéndole su apoyo cuando estaba en su peor momento.
“Yo era un desastre cuando estaba allí”, recordó Baker. “Él quería darme una oportunidad, pero yo no la quería porque era un alcohólico”.
“Y ahora, aquí estamos”.
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