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La ciudadanía, un derecho de los veteranos deportados

El juez Mark C. Scarsi, a la derecha, agradece a Héctor Ocegueda
El juez Mark C. Scarsi, a la derecha, agradece a Héctor Ocegueda, veterano del Cuerpo de Infantería de Marina de Estados Unidos, por su servicio militar después de tomarle el juramento para naturalizarse estadounidense el viernes 9 de julio de 2021, en un tribunal federal de Los Ángeles. (AP Foto/Damian Dovarganes)
(ASSOCIATED PRESS)

Héctor Ocegueda-Rivera, un Marine deportado de Estados Unidos, logró su ciudadanía la semana pasada, tras años de lucha para obtener este privilegio después de haber servido con su vida para defender a la que siempre consideró su única patria.

Esta posibilidad llegó después de un anuncio de la administración del presidente Biden que facilita a los veteranos deportados regresar a Estados Unidos.

“Estoy muy contento de que al fin tendré la ciudadanía”, dijo Ocegueda, apenas unos días antes de la ceremonia de juramento.

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Hace un mes, Ocegueda, de 53 años, demandó al gobierno de Estados Unidos para que le dejaran obtener su entrevista de ciudadanía en Los Ángeles o pedirles que mandaran a un oficial de inmigración a la frontera para hablar con él y completar el proceso.

Dos veces en el año 2020 Ocegueda tuvo cita para su entrevista de naturalización en Los Ángeles, pero el Departamento de Seguridad Nacional le negó la entrada al país.

Ocegueda llegó a EE.UU a los 9 años con su familia, graduándose de Gahr High School en Artesia, California, y después se incorporó a los Marines. Tuvo dos hijas con su novia del bachillerato, una ciudadana americana, aunque actualmente están divorciados. La mayoría de su familia vive en Estados Unidos. Su hermana y su mamá viven en Chino Hills, California, y su hermano en Las Vegas, Nevada.

Sirvió en los Marines de 1987 a 1991 y en las reservas de 1991 hasta 1995, cuando fue dado de baja honorablemente. Por su servicio durante un período designado de hostilidades, era eligible para la ciudadanía bajo la Ley de Inmigración y Nacionalidad.

Para Ocegueda, la transición de su servicio militar activo a la nueva realidad fue difícil. Entró en depresión y desarrolló una fuerte adicción al alcohol y a los narcóticos.

Entre 1992 y 2006, la vida de Ocegueda se convirtió en un caos. Fue encontrado culpable de posesión de sustancias controladas y posesión de armas de fuego.

Por si eso fuera poco, en febrero del 2000, Ocegueda fue acusado por el Servicio de Inmigración y Naturalización de haber cometido una felonía grave, había sido detenido manejando bajo los efectos del alcohol, por lo cual un juez ordenó su deportación a México.

“Yo sentí que no fue justo, nunca pensé que eso fuera algo tan serio. Me sentí desilusionado con el sistema y las leyes del país, como que me defraudaron”, dijo Ocegueda.

Trató de regresar con su familia dos veces, en 2002 y 2012, sin éxito.

Sabiendo que tenía una fuerte dependencia con las substancias prohibidas, Ocegueda entró en el año 2009 a un programa de tratamiento de rehabilitación de drogas por medio de un hospital local de veteranos y desde entonces se ha mantenido sobrio.

Sin embargo, desde que Ocegueda fue deportado, el noveno circuito y la corte suprema han aclarado que conducir bajo los efectos del alcohol no es un acto criminal violento, por lo cual no es considerado como una felonía. Con este alivio, los abogados de Ocegueda continuaron la batalla para traerlo de nuevo a su hogar en California.

Ocegueda comentó que lo más difícil era estar separado de sus hijas. Pero también estuvo expuesto a la violencia en Ciudad Juárez en varios momentos.

Ocegueda trabajaba como guardia de seguridad y cuando salía de noche sabía que era muy peligroso caminar por las calles. Una vez sintió el peligro muy cerca. En esa ocasión, saliendo de su trabajo, ocurrió un tiroteo entre policías y delincuentes en el que resultó muerto un policía. Sabía que la inseguridad era cada vez más grande y que tenía que resguardarse del peligro.

Durante los últimos 10 años estuvo viviendo con su hermano en Tecate, donde su familia lo visitaba frecuentemente.

Los abogados de Ocegueda siempre se mantuvieron optimistas de que él podía lograr obtener su derecho a ser ciudadano.

James C. Behrens, unos de los abogados de Milibank LLP, quien encabezó la acción legal, dijo: “No debería haber sido necesaria una demanda para forzar la entrevista de naturalización, pero estoy feliz de que finalmente se lleve a cabo y que Héctor haya podido asistir. Mi esperanza es que otros veteranos que son elegibles para la ciudadanía tengan un camino más fácil”.

Ocegueda estuvo esperando en la entrada de la oficina desde las 10 de la mañana, donde le iban a entrevistar junto a su hermana Alma y sus dos hijas. Alma se sentía ansiosa, pensaba que por fin su familia iba a estar junta de nuevo.

Cuando Ocegueda fue deportado, Alma sentía en todo momento que faltaba alguien en la familia. “Te puedes reunir en los días festivos como Navidad, el Día de Acción de Gracias o los cumpleaños, pero siempre falta esa persona, ahora, con el favor de Dios, Héctor pronto va a estar con nosotros”, dijo su hermana.

Cuando llamaron a Ocegueda para su entrevista, Alma y sus hijas se agarraron de las manos y se pusieron a orar juntas.

Ocegueda tuvo su entrevista una mañana de la semana pasada, salió unos minutos antes de las 2 de la tarde con una expresión neutral. Todos lo rodearon y le preguntaron cómo le fue, y él les respondió que todavía no le habían dado una respuesta. Alma lo abrazó fuertemente y, con lágrimas en los ojos, le dijo que todo iba a estar bien. Se fueron a comer para pasar el tiempo, esperando la llamada de la oficina.

Después de tantas horas de espera, los abogados de Ocegueda le dieron la noticia de que al día siguiente tendría su ceremonia de naturalización. El cielo se abrió para todos ellos.

Durante la ceremonia, Ocegueda llevaba puesta una mascarilla con la imagen de su papá y sus dos hermanos, uno de ellos falleció el año pasado. Por su situación, Ocegueda no logró conseguir el permiso para cruzar la frontera a fin de asistir al funeral de su hermano menor, Julio.

“Yo sé que él está conmigo en espíritu”, dijo Ocegueda.

Aunque su mamá no estuvo presente porque padece Alzeheimer, su hija le prometió que lo llevaría a verla cuando ya fuera ciudadano americano.

Alma visitaba a Ocegueda todos los fines de semana, junto a su esposo y sus hijas, le llevaban una hamburguesa del In N Out, que son sus favoritas.

Después que el gobierno le dio un permiso de 72 horas para ingresar a Estados Unidos por Tecate y tener su entrevista, Alma y su familia fueron a recogerlo, por el camino encontraron un In N Out y no perdieron la oportunidad de disfrutar juntos una hamburguesa.

“Yo sé que entrar en el restaurante fue algo especial para él. Ocegueda trabajó en un In N Out cuando cursaba la preparatoria”, comentó Alma.

Con la nueva política de la administración Biden, Talia Inlender, una abogada de Public Counsel que ayudo a Ocegueda en su demanda, se siente optimista, pero también tienen que estar pendientes de que los cambios se lleven a cabo.

Héctor Barajas, un veterano deportado quien fue naturalizado en 2018, llegó a apoyar a Ocegueda. Los dos se conocieron en Tijuana, donde Barajas creo una casa de apoyo a veteranos deportados, conocida como el “bunker” de Tijuana.

No hay un número registrado de cuantos veteranos han sido deportados de EE.UU, pero Barajas les dice a sus compañeros que se encuentran todavía en el “bunker” de Tijuana, que tengan esperanza porque hay gente apoyándolos en Estados Unidos.

“Con el favor de Dios, podrán regresar también. Tengan esperanza”, dijo Ocegueda.

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