El rostro oculto de los trabajadores transfronterizos; un fenómeno en declive
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LOS ÁNGELES — Se enfunda en un abrigo ligero y con un bolso pequeño, en el que lleva su celular y pasaporte, ajustado a su hombro. Así trata Laura Hernández de acompañarse de lo indispensable, porque la consigna al cruzar la frontera es actuar con agudeza y sigilo.
“La verdad sí me da miedo”, admitió.
Esta mujer, de 50 años de edad y 1.60 metros de estatura, vive en Tijuana, México, en donde se radicó a finales de los ’80. La misma necesidad de alimentar a sus tres hijos y ayudar a su esposo, de oficio obrero, al dejar su estado natal al sur del país, la hizo dar el salto a California.
Hernández es lo que se denomina una trabajadora transfronteriza. Así como ella, hay cientos de personas que a diario llegan a San Ysidro y San Diego. A los oficiales de aduanas les dicen que van a comprar o de visita. Al final el objetivo es ganarse un puñado de dólares.
“Antes hacías 2 ó 3 horas en la línea, ahora a veces me tardo en cruzar 5 ó 10 minutos, ha disminuido drásticamente la espera. La gente tiene miedo”, aclaró.
Las personas que tienen visa de turista, corren el riesgo de perderla por cruzar a trabajar. En igual condición están los que tienen residencia estadounidense y que viven del lado mexicano.
Han transcurrido poco más de 18 años, desde que optó por ir y venir, aseguró la comerciante. En este período, recuerda que una vez se activó una alarma y en un santiamén le cayeron cinco oficiales de la ‘migra’ con sus pistolas.“¿Qué traes?”, le preguntaron. “Nada”, respondió.
En el momento actuó con naturalidad, rememoró. A los pocos minutos después le temblaban las piernas.
A pesar del riesgo, ella sigue cruzando una vez a la semana. Permanece tres días y luego regresa a Tijuana. Al principio, cuando se desplazaba hasta la ciudad de Santa Ana, se quedaba hasta 15 días. Algunos días le daban empleo en un hospital y en otras ocasiones en una lavandería.
“Empecé a ver que se ponían muy pesados en la línea”, explicó sobre el cambio de rutina.
En la actualidad, viaja hasta Los Ángeles. Aquí le pagan por ayudar en las tareas del hogar, ya sea en la limpieza o cocina, de una vivienda con varias habitaciones. Cuando regresa al territorio azteca, se lleva uno o dos frascos de perfume que vende a buen precio.
“En un mes hago como 1,000 dólares”, aseveró sobre los ingresos de su empleo y las ventas, pero se ‘aliviana’ cuando la llaman para limpiar un estudio en el condado de Orange.
Con la visa de turista que posee, solo le permiten entrar a Estados Unidos; para salir de la zona fronteriza tiene que tramitar un permiso especial, el cual tiene que renovar cada seis meses. Ahí le piden prueba de domicilio, facturas de utilidades y la credencial del elector.
Cada semana, sin embargo, la rutina sigue siendo una angustia, por lo que invoca a “su angelito” para ser ignorada al pasar, porque asegura que sin enviarla a segunda revisión, el escrutinio siempre es estresante.
“A mí nunca me han volteado la bolsa”, explicó Hernández. “La verdad sí me da miedo, porque cada vez que cruzas te preguntan: ¿a dónde vas? ¿qué llevas? ¿cuánto llevas? ¿cuántos días vas a estar ahí? Aunque uno les diga que va a la plaza de San Ysidro a comprar, revisan todo”.
En los últimos meses, esta mujer se ha dado cuenta de personas a quienes les han quitado las visas, también se ha enterado que los residentes y ciudadanos estadounidenses están siendo advertidos por los oficiales, para que se queden del lado norte de la frontera.
“Allá no tienes para subsistir, para comprar comida”, aseguró Hernández, porque los ingresos de vender en un mercado no le alcanzaban. Por el momento, tomando sus precauciones seguirá cruzando la línea. “A todo le tiene uno que buscar el modo para ganarse un peso más”.
La perspectiva jurídica
La práctica de trabajar en Estados Unidos con visa de turista “es ilegal, siempre ha sido un riesgo”, enfatizó a HOY Ginger Jacobs, abogada de inmigración, destacando que “obviamente hay mucho pánico por lo que está diciendo el presidente”.
“Si descubren que están trabajando, les cancelan las visas; por todo lo que está pasando la gente dice que es por Trump, pero lo mismo ha pasado con la administración de Barack Obama y George W. Bush”, aseveró Jacobs, asesora legal pro bono de la organización Alliance San Diego.
En el caso de los residentes, si viven seis o más meses fuera de la Unión Americana ponen en riesgo su estatus. En ese sentido, la abogada de inmigración Noreen Barcena, explica que en una inspección de aduanas un agente lo puede poner bajo deportación expedita.
“Se debe tener cuidado y proveer pruebas que ha vivido en Estados Unidos durante dos años”, indicó, detallando que cuando se trata de ciudadanos estadounidenses a veces los agentes tampoco les creen que nacieron en este país o que son naturalizados.
Con la detención del hijo de Muhammad Ali, un ciudadano estadounidense, Barcena aconseja que se debe tener un abogado. “Es difícil saber qué va a pasar con ICE y la Patrulla Fronteriza, porque la orden ejecutiva de Trump la han utilizado para actuar como si no hubiera ley”.
Una frontera en vilo
En el 2006, en una investigación del Colegio de la Frontera Norte (Colef), se reportó que a diario cruzaban alrededor de 30,000 personas a trabajar o estudiar a territorio estadounidense.
De acuerdo a Guillermo Meneses, historiador y antropólogo del Colef, desde la crisis de “Lehmann Brothers” en el otoño del 2008 ese fenómeno creció. Ahora con las políticas anti-inmigrantes de la Casa Blanca el panorama apunta a un descenso.
“Un riesgo que están enfrentando ahora es la posibilidad de que Donald J. Trump les quite los permisos de trabajo e incluso la ciudadanía si ve que trabajan en Estados Unidos y residen en México”, planteó Meneses.
“Sabemos que a la administración de Trump no le gusta la libertad ni el libre comercio. Se avecina una pequeña crisis en la región fronteriza y en las relaciones México-Estados Unidos. Lo que no me queda claro es si Trump acabará como [Richard] Nixon o [Adolfo] Hitler”, agregó.
Por su parte, Victor Clark-Alfaro, profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Estatal de San Diego, sostiene que un deterioro en las relaciones de ambas naciones repercutiría en esta región, algo que ya es obvio sin que todavía exista una ruptura.
“Se nota en el flujo de vehículos, ha disminuido”, aseguró el académico radicado en Tijuana y especialista en la frontera mexicana, detallando que a diario circula un promedio de 50,000 automóviles por este paso hacia San Ysidro, asimismo cruza un promedio de 25,000 peatones.
“Los mismos comerciantes están preocupados porque los habitantes de Baja California [México] gastan 6,000 millones de dólares en el condado de San Diego anualmente”, agregó.
En otras regiones, por ejemplo, existe mayor tolerancia. En Europa, hay zonas fronterizas en donde se ha desarrollado un flujo laboral y comercial, como ocurre en la ciudad española de Ceuta y la marroquí Melilla.
Lo mismo pasa entre la colonia británica de Gibraltar y La Línea de la Concepción en España. También entre Luxemburgo y ciudades de Francia, Bélgica y Alemania.
En ese sentido, Joe Wiltberger, profesor de Migración de la Universidad Estatal de California en Northridge, lamenta que la cordialidad entre México y Estados Unidos se vea deteriorada por decisiones unilaterales que surgen desde la Casa Blanca.
“Hay un clima de persecución y miedo muy intenso, llevando la ley a los límites de los derechos constitucionales”, aseveró. “La relación amigable con México está cambiando de forma muy abrupta, y estas decisiones van a provocar un efecto más grande hacia América Latina”.
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